Comprar en tiendas es toda una declaración de intenciones.

Cultura de barrio.
El comercio es algo con lo que hemos convivido prácticamente desde que el hombre es hombre. El progreso en el comercio ha sido siempre uno de los ejes que ha impulsado la evolución de la humanidad. Cómo transportar las mercancías, cómo negociar con ellas, o las luchas por acaparar las grandes riquezas han sido motores para lo bueno y para lo malo.
La revolución industrial y el modelo capitalista metieron al mundo occidental en una rueda de la que probablemente nunca podremos salir. En el comercio hay un componente intrínseco a la naturaleza humana que hemos asimilado como parte de nuestro ADN. Sin embargo lo que sí que ha cambiado -y parece que va a seguir cambiando- es la forma en la que compramos y vendemos.
Al principio el comercio estaba limitado a los barrios. En décadas pasadas había que desplazarse hasta las tiendas cercanas de nuestro barrio, o como mucho movernos hasta el centro de la ciudad, para comprar todo aquello que necesitábamos. Fueron años en los que conocíamos el nombre y apellido del tendero, de la dependienta y del comerciante que nos atendía. Negocios tradicionales donde te fiaban la compra si no llevabas suficiente dinero encima, o si querías probar esa prenda en casa antes de comprarla. A fin de cuentas todos éramos del barrio y nos veíamos casi a diario.
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