
Antes de los algoritmos, del “saltar anuncio” y del targeting hiperpersonalizado, la publicidad llegaba a todos por igual… y lo hacía para quedarse en la memoria. Hoy recordamos los spots que marcaron una época y analizamos cómo ha cambiado la forma de anunciarnos en estas últimas décadas.
Cuando los anuncios eran parte del entretenimiento.
En los años 80 y 90, los anuncios de televisión no eran solo interrupciones: eran un espectáculo. Algunos spots eran tan esperados como el propio programa. ¿Quién no recuerda jingles como “Las muñecas de Famosa…” o “Yo soy aquel negrito del África tropical”? ¿O eslóganes como “¿Te gusta conducir?”, “Vuelve a casa, vuelve” o “El algodón no engaña”?
La publicidad de entonces era emocional, pegadiza y simple. Usaba canciones, mascotas, personajes o situaciones cotidianas para conectar. Su objetivo no era segmentar, sino impactar a todo el mundo a la vez: niños, padres, abuelos… todos veíamos lo mismo en el mismo momento.
Y eso hacía que esos anuncios formaran parte de la cultura popular: se comentaban en la calle, se imitaban en casa y hasta se cantaban en el recreo.
De la tele al clic, la revolución de la publicidad digital
Hoy en día, la publicidad ha cambiado radicalmente. Ya no se dirige a todos, sino a cada uno por separado. El algoritmo decide qué vemos, cuándo lo vemos, y con qué frecuencia. Los jingles se han convertido en audios para reels, y los anuncios clásicos en piezas efímeras de 15 segundos.
Ahora, un anuncio puede ser un post de Instagram, una story patrocinada, un vídeo en TikTok o incluso un “influencer” probando un producto. La publicidad se camufla entre el contenido, y muchas veces ni siquiera sabemos que lo que estamos viendo es un anuncio.
Además, la relación con el usuario ha pasado de ser unidireccional a interactiva: podemos comentar, compartir, o incluso comprar con un solo clic.
¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado?
Con esta evolución hemos ganado personalización, inmediatez y capacidad de medir resultados. Pero también hemos perdido cierta magia colectiva: ya no hay un anuncio que todos recuerden, ni un jingle que una a generaciones distintas.
Los anuncios de antes no sabían tanto de ti, pero querían gustarte de verdad. Los de ahora te encuentran en cualquier rincón, pero muchas veces pasan sin dejar huella.
Hoy más que nunca, vale la pena mirar atrás y recordar que la publicidad, en su mejor versión, era una forma de contar historias. Y quizás aún podamos rescatar algo de eso en el mundo digital.
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