
En el episodio 657 del podcast Diario en Movimiento analizamos como el cine y la televisión, antaño rivales por la audiencia, hoy se abrazan bajo el paraguas del streaming. Plataformas como Netflix, Max o Prime Video marcan el paso de una nueva era.
En los últimos años, la frontera entre el cine y la televisión tradicional se ha desdibujado de manera acelerada. Las plataformas de streaming no solo han transformado los hábitos de consumo del público, sino que también han alterado profundamente las estrategias de negocio de estudios de cine, cadenas de televisión y productores independientes. Hoy, la producción audiovisual ya no se concibe pensando exclusivamente en la gran pantalla o en la parrilla televisiva: el objetivo principal es el catálogo digital.
El cine se adapta al hogar
Tradicionalmente, el cine se pensaba para las salas: una experiencia colectiva, con estrenos masivos y recaudaciones en taquilla como principal indicador de éxito. Pero con el auge del streaming, las grandes productoras han comenzado a diseñar películas pensadas directamente para ser estrenadas en plataformas como Netflix, Prime Video, Max o Disney+, sin pasar por las salas o limitando su exhibición en cines a estrenos simbólicos.
Esta estrategia responde a un cambio de prioridades: las plataformas necesitan nutrir su catálogo con títulos exclusivos que aporten valor a la suscripción. En ese contexto, las películas originales se han convertido en una herramienta de fidelización. Además, al no depender de taquilla, los estudios pueden arriesgar con formatos más cortos, géneros menos comerciales o temáticas más arriesgadas.
La televisión también cambia de piel
Por su parte, los canales de televisión han empezado a reconvertir sus series y programas con una mirada puesta en el mercado del streaming. Series que antes nacían para un prime time semanal ahora se conciben pensando en su distribución posterior en plataformas. Esto implica cuidar la calidad visual, la narrativa continua y el potencial internacional.
En España, producciones de Atresmedia, RTVE o Mediaset se han vendido a plataformas como Netflix, Amazon Prime o HBO Max, generando nuevas ventanas de explotación que antes no existían. Incluso plataformas como Movistar Plus+ han reforzado su faceta de productora, lanzando contenidos que luego venden fuera de nuestras fronteras o a otras plataformas rivales.
Un modelo global en evolución
Esta convergencia entre cine, televisión y plataformas de streaming ha dado lugar a una industria híbrida en la que todos los actores compiten —y colaboran— por captar la atención del espectador. En muchos casos, un mismo contenido puede tener diferentes fases: preestreno en cines, emisión en canal propio y posterior cesión a una plataforma global.
El resultado de este modelo es una mayor circulación de contenidos, pero también una mayor exigencia de rentabilidad. Las plataformas miden el éxito no solo por las visualizaciones, sino por el impacto en suscripciones, retención y viralización. Esto ha llevado a que muchos creadores ya trabajen pensando desde el inicio en cómo funcionará su obra en el entorno digital.
El cine y la televisión ya no son mundos separados. La era del streaming ha propiciado una unión inevitable, en la que las fronteras entre formatos se diluyen y las prioridades creativas se reconfiguran. Las grandes historias siguen existiendo, pero su recorrido ha cambiado: ahora nacen con vocación de llegar a una audiencia global, en cualquier momento, desde cualquier dispositivo.
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Cómo el cine y la televisión se dan la mano – Diario en Movimiento
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