Las defensas cibernéticas de Estados Unidos atraviesan uno de sus momentos más frágiles de la última década, según expertos y exfuncionarios del sector. La Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA), encargada de coordinar la protección de infraestructuras críticas frente a ciberataques, se ha visto debilitada por recortes presupuestarios, pérdida de personal y una creciente politización interna. La consecuencia más grave: estados y empresas empiezan a desconfiar de la agencia, lo que compromete la capacidad del país para responder de forma unificada ante amenazas cada vez más sofisticadas.